jueves, 17 de mayo de 2012

Bo día das letras galegas meus

Quizáis desta maneira entendan o que é pra nos este sentimento.

martes, 15 de mayo de 2012

Historias tristes y reales

En supermercado cualquiera, de uno de esos millones de enjambres urbanos a los que llaman cuidad.


 Yo empujo mi carrito en dirección a las cajas, allí, justo delante de de las mismas, algo despierta mi atención.


 Un hombre de mediana edad, delgado, correctamente vestido, con unas marcadas ojeras que acentúan al extremo los gigantescos fluorescentes del techo, se separa de los que esperan en una fila a pasar por caja.


 Mira al fondo de la muchedumbre con un gesto que identifico con el de la timidez y que luego se descubre como vergüenza infinita. Alza la voz con un tono pausado que no logra esconder su turbación ante las palabras que salen de su boca.


 Aquel hombre pide una ayuda para alimentar a sus hijos. En la cesta que descansa a sus pies veo un par de cartones de leche y algo de pasta, todos ellos marca blanca, sin lujos de ninguna clase, todos ellos productos de primera necesidad


 Percibo como se me encoje el corazón mientras mi mente trata de asimilar la humillación que ha de estar pasando quien se ha visto relegado a mendigar.


 Sus palabras rebotan en el silencio de un establecimiento abarrotado de gentes sin corazón


 Mientras el hombre vuelve con su voz calmada pero algo empañada a pedir una ayuda yo calculo mentalmente que su miserable compra apenas llega a los cuatro euros. 


 Comento en voz alta a los que me preceden en la cola si entre todos pusiéramos 50 céntimos o 40 céntimos el hombre podría pagar su compra y sus hijos comerían unos días.


 La señora que me precede me mira como si estuviera loca y suelta un bufido, los demás bajan la vista y callan


 El hombre me mira y juraría que agradecido mientras saca su ficha del paro y la exhibe en la mano temeroso mientras repite su triste petición.


 Se me revuelve el estomago y la conciencia toma las riendas y se hace con mi voz: - La suerte quiera que ninguno de ustedes se vea en esta situación el día de mañana- 


 Recibo más silencio, pero para mi sorpresa un anciano, probablemente superviviente de la posguerra, se acerca a mi lado y me tiende un euro, justo detrás tres chavalitos, probablemente universitarios, con las manos cargadas de alcohol barato ponen dos euros más. Yo pongo el resto. 


 Cuando le acerco el dinero el hombre musita unas gracias sinceras y tan tristes que hacen que mi alma se empañe. 


 A nuestro al rededor el silencio acampa entre docenas de personas que prefieren no darse cuenta que la miseria está llamando a su puerta.