
Te visto en las gafas de alguien ajeno, en las sonrisas de los niños, en el azul del cielo...
Estaba rodeada de gente nueva e interesante pero yo sólo pensaba en ti, en tu forma de ser y en tu manera de vivir. Jugaba con mi colgante de brillantes y al verlo pensaba en tus ojos. El sol del atardecer me recordaba a otras tardes y otros lugares en los que la luz rojiza nos sorprendió. Más tarde ya entre copas y el olor cera derretida, recordaba como es tu cara a la luz de velas, mientras mi dedo dibujaba un corazón sobre el vaho del cristal.
Si hablaba o me preguntaban, cada tema y conversación, si no giraban en torno a tu persona yo hacía que acabasen siempre en ti. Y a cada lado, dónde quiera que yo que mirase siempre había algo: un gesto, un color, una palabra, un instante que me hacía pensar en ti.
No lo niego, extrañe tu mano en innumerables ocasiones y muchas veces mi mirada se perdió en el horizonte al querer ver tu rostro. Y a pesar de verme sola entre tanta gente, sonreía porque mi corazón por ti esta ocupado, vibrante y latente.
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