Hoy he leído tu nombre impreso en letras negras, letras que eran el cuerpo de una esquela. La hija del diablo se había muerto en su propio infierno. Aunque nunca conoció algo más allá del averno. Tantas noches quemadas allende su espalda quebraron todo rastro de ilusión. Pues siendo impúber se le nubló la percepción. Recuerdo que suicidaste la esperanza sin cumplir los dieciséis y que al abrigo de una botella marcaste tu destino. Escogiendo malas compañías que te llevaron por el mal camino. Buscabas el cariño a la lumbre del dolor y te engañabas a ti misma fingiendo que era amor. Te fuiste carbonizando como ese papel de fumar que tenía tanto que ocultar. Silenciaste tus pensamientos y encarcelaste tus sentimientos. Creías volar mientras morías y lo peor de todo es que lo sabías. Nada se puede esperar de quien nada tiene, pero tú tenias tu reino bajos las luces de neón y cuando te destronaron de aquella tarima comenzó tu perdición. Nunca fue fácil, ni sencillo para ti el sonreír sin aditivos, sin coaccionar tus glóbulos rojos a algo que los mantuviese activos. Te vi siendo la sombra de lo que un día fuiste, y qué triste es ser la sombra de algo que nunca quisiste. Vi tus ojos vacíos de vida y llenos de odio, mientras mantenías a la abominación por tu ángel custodio. Hoy que el periódico me ha traído tu despedida, me pregunto si alguna vez te quisiste a ti misma.
Cuando el último cordel que me unía a la titiritera quedó roto, supe que había traspasado la frontera de lo real para adentrarme a un mundo imaginario. Aquel era el único lugar donde podía estar a salvo de la crítica, la burla y la mofa constante. Allí podía ser yo, lejos de aquellas estrictas órdenes que se dictaban bajo la tirana mirada de una mujer con el corazón de hielo. Lo que por aquel entonces desconocía, es que existen muros que no se deben traspasar y caminos que es mejor no explorar porque una vez dado el paso ya no hay vuelta atrás. Y si tu corazón y tu mente no son fuertes, ni capaces, te quedas atrapado en un laberinto lleno de espejismos dónde absolutamente nada de lo que ves es lo que parece ser.
No siempre el final del cuento es feliz, no todo el mundo tiene un hada madrina, con mucha frecuencia no resulta válida la expresión “fueron felices y comieron perdices” y por todos es sabido que el espejo no siempre dice la verdad... Este es el rincón de una princesa principiante que escapó a su destino con un manual de princesas que resultó ser un libro con las páginas en blanco.
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