Aquella no era una tarde cualquiera habíamos quedado para vernos después de algún tiempo para contarnos las penas, las alegrías y los consabidos contratiempos. Todavía había sol en la estación, habíamos quedado en aquel andén a eso de las siete, y esperaba diciéndole a las agujas del reloj que tenía gasa de verte. Nos metimos en el coche y mientras hablamos de ti y de mi fue cayendo sobre el parabrisas la noche. Fuimos al videoclub y alquilamos una película cuyo nombre y argumento no recuerdo pues me dormí en tu regazo aun sabiendo que en lugares ajenos no duermo... Me desperté con tus tibias manos sobre mi pelo y empezamos a hablar de muchas cosas, mientras sin notarlo y casi sin saberlo el tiempo se nos escapaba hora tras hora. En tu sofá descubriste muchas cosas que nadie sabe de mí pues me diste la confianza que con nadie antes llegué a sentir. Al final de aquella tarde vestida ya de noche me llevaste a jugar sin que de mi boca saliera ningún reproche. Jugamos al juego de las verdades del que soy fan incondicional pero en cuestión de sentimientos me da un miedo fatal. Fuiste franco y sincero y fuiste de blanco certero, jugando me atrapaste en una tierna partida de la que no quería salir y tú lo notaste enseguida pues yo no sé fingir. Llegó la hora de marcharse pero no quería irme, quería estar contigo y en tu mirada resarcirme. Ya con el abrigo puesto, de píe y cerca de la puerta la magia apareció y sintiéndote tan cerca no sé cómo pasó, pero note tu cariño cuando a tu cara me acerqué y le di a tus ojos suplicantes lo que antes les negué. Dejando mi labios sobre los tuyos y apoyada sobre la punta mis pies inicié ese viaje sin retorno del que nunca regresaré.
Cuando el último cordel que me unía a la titiritera quedó roto, supe que había traspasado la frontera de lo real para adentrarme a un mundo imaginario. Aquel era el único lugar donde podía estar a salvo de la crítica, la burla y la mofa constante. Allí podía ser yo, lejos de aquellas estrictas órdenes que se dictaban bajo la tirana mirada de una mujer con el corazón de hielo. Lo que por aquel entonces desconocía, es que existen muros que no se deben traspasar y caminos que es mejor no explorar porque una vez dado el paso ya no hay vuelta atrás. Y si tu corazón y tu mente no son fuertes, ni capaces, te quedas atrapado en un laberinto lleno de espejismos dónde absolutamente nada de lo que ves es lo que parece ser.
No siempre el final del cuento es feliz, no todo el mundo tiene un hada madrina, con mucha frecuencia no resulta válida la expresión “fueron felices y comieron perdices” y por todos es sabido que el espejo no siempre dice la verdad... Este es el rincón de una princesa principiante que escapó a su destino con un manual de princesas que resultó ser un libro con las páginas en blanco.
Oye, haces que parezca fácil, como si no hubiera costado! Felicidades, preciosa (como las nuestras!)
ResponderEliminar¿Hago que parezca fácil? =P Bueno, el beso de una princesa no se da porque sí =D y cuesta lo suyo.
ResponderEliminarFeliz Bicoversario, amoriño =)