domingo, 16 de enero de 2011

Las monas también lloramos.

Las monas también lloramos... Sí, como leéis, yo también lloro, unas veces de alegría, otras de nostalgia, unas de impotencia y frustración, las que más lloro de pura pena y confieso que alguna vez he llegado a llorar de aburrimiento (porque por si no lo sabíais el aburrimiento hastía).

Pero al igual que las emociones no son las mismas, el llanto varía según la ocasión, el modo y la procedencia del mismo. Tanto es así que a veces mi llanto es tan nimio que sólo me delata una silenciosa y cristalina lagrimita que se me escapa sin remedio, en otras el llanto está acompañado por una serie de hipitos y sollozos que descorazonarían hasta a el alma más insensible y alguna que otra berreo cómo un bebé agónico hasta que me duelen los ojos y se me cansa la voz.

Al igual que vosotros yo también me pongo triste, revivo infiernos, sufro dolores y siento en mis carnes la inclemencia de mi propio juicio y de este mundo loco.

Si bien debemos recordar que llorar limpia el alma, no consuela pero calma y que en ocasiones viene bien soltar unas lagrimas para evitar sufrir males mayores en un futuro.

Dicen que no hay día sin noche, así que debe de ser cierto que pese a que tengo una inmensa felicidad no puedo evitar que a veces se manche de tristeza. Lo que importa en esto es que la balanza siempre se incline en positivo y que las cosas y momentos buenos ganen siempre a los malos y así viene siendo en mi caso desde que la jirafa hizo los honores de aparecer en mi vida y acomodarse en mi corazón.

Y en esto soy muy afortunada porque puedo ponerme triste y echarme a llorar pero sé que junto a mi jirafita se secan pronto los charcos que formo con mis lagrimas y nacen sobre ellos nuevos momentos hermonos que añado a este lado feliz de la vida que él con su amor me ha querido regalar.

1 comentario:

  1. Apatapata! Pero yo te cuido y te hago mimotes, que siempre ayuda :)

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