jueves, 16 de abril de 2009

Cambio rana por jirafa (Una historia sobre la búsqueda del amor)

El amor es todo un dilema tanto para simple mortales como para las princesas más jactanciosas, y esta princesa novata no iba a ser menos.

Algunos encuentran el amor y otros se pasan la vida buscándolo hasta el rincón más remoto, algunos se pierden por el camino y quien menos vive creyendo que lo ha encontrado aunque no sea así.

Una princesa no sabe nunca de quien va enamorase, en los cuentos se especifica que las princesas han de besar ranas para encontrar a un príncipe, pudiendo salir mal el experimento y que el príncipe salga de rana para convertirse en un humano con modales y facha de sapo. Y si la susodicha princesa es demasiado relamida para posar sus labios sobre un batracio debe optar por algunas opciones nada cómodas, o bien se pinchan con el uso de una rueca o comen una manzana envenenada para quedarse “dormidas” y esperar esa posibilidad remota de que algún príncipe acceda a besar a una muchacha en coma inducido para ver si despierta.

Esta princesa decidió no quedarse en estado vegetativo, más que nada por si nunca llegase aquel supuesto príncipe que no terminaba por llegar aun estando yo despierta y en plenas facultades.

Así que sin prisa pero sin pausa, llegado el momento en que las inquietudes amorosas llegaron a mi corazón y me lancé a dar… Dicho así, hasta parece que besé a todo el que pasaba por mi lado, pero nada más lejos de la realidad, fui una princesita cauta y de manera estudiada fui eligiendo entre las ranas del estanque aquellas, que por alguna u otra razón, me parecían más especiales.

La primera ranita que besé se convirtió en un joven de cabello cobrizo y de ojos grises, y lo cierto es que aquello parecía amor verdadero hasta que la muerte apagó su llama y puso punto final a aquella historia. Pasado el tiempo de luto y con más cuidado que nunca probé de nuevo fortuna pero ninguna de las siguientes ranas se dirigió por buen camino y todas ellas terminaron en la carcha fangosa del olvido.
Decepcionada por mis resultados decidí abandonar el estanque y explorar más allá de sus aguas engañosas, y hete aquí que una jirafa se cruzó en mi camino.

Y ya sé, amigos míos, que las jirafas en nada tienen que ver con las ranitas y que en los cuentos de hadas no aparecen historias sobre princesas que besan mamíferos gigantes rumiantes, pero como todos sabemos, yo soy una princesa novata, y la primera norma que infringen los novatos es seguir cualquier tipo de dictamen. Y pese al miedo y las dudas que tenía jugué mis cartas reales y aposte por aquel ser tan excéntrico como especial.

Y sí, las jirafas, son diferentes en todos los aspectos, sobretodo en esa forma en la que destacan sobre los demás, pero no sólo de forma física. Gracias a mi espíritu explorador he descubierto que el interior de una jirafa me aporta más que el de un príncipe encantado.

Y es aquí cuando recuerdo esa canción del amor está en el aire y eso confirma mis sospecha de que el amor está en todas partes lo mencionen o no los cuentos de hadas, solo hay que abrir los ojos y seguir el corazón aunque este nos lleve lejos de lo que los demás llaman razón.

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