viernes, 17 de abril de 2009

Juguete rechazado

Todos los niños tienen algún juguete predilecto, las niñas suelen decantarse por las muñecas que inspiran sus instintos más sensibles como el sentido maternal, pero también los más sucios como el materialismo y la competitividad. Esta historia narra lo que aconteció a una niña que dejó de valorar a su muñeca.

Lara era una niña de seis años que tenía una pequeña muñeca de trapo a la que llamaba Petra. Era una muñeca sencilla, incluso anodina, pues no había nada en ella que, a primera vista, llamara la atención. A Lara no parecía importarle, esta era la única muñeca que había tenido y pasaba buenos momentos jugando con ella, para Lara su muñequita de trapo era sumamente especial.

Un día, Lara invitó a unas amigas del colegia a casa y todas llevaron sus muñecas para jugar. Pero en cuanto vieron a Petra las niñas se echaron a reír al ver a la insulsa muñeca.“¡Qué muñeca tan fea!”, dijo una. “¿Por qué tienes una muñeca tan sosa?”, dijo otra. “Anda, Lara, deja esa muñeca”, dijo la tercera retirándole a Petra de las manos y dejándola en el otro extremo de la habitación, “yo te dejo una de las mías”

La niña estaba terriblemente avergonzada. Hasta aquel día no se había dado cuenta de lo horrible que era su muñeca. Y desde aquel día empezó a despreciar a Petra.

“La odio”, les decía a sus padres. “Es una muñeca fea y aburrida.”Petra se sentía muy infeliz cuando oía aquellas palabras, pero quería tanto a su dueña que siempre la perdonaba. Se decía a sí misma: ‘seguro que algún día Lara volverá a quererme; sólo tengo que esperar’.

Una noche, Lara se metió en la cama y esperó a que su madre acudiera a darle el beso de buenas noches para decirle:“Mamá, quiero que me compréis una muñeca nueva.”La madre de Lara la vio tan decidida que tuvo que ceder:“De acuerdo, hija, compraremos una muñeca que te guste.”
Al oír aquello, Petra se sumió en una tristeza de trapo. Se pasó toda la noche despierta pensando en qué sería de ella cuando Lara tuviera una nueva muñeca y se deshiciera de ella. Aunque Lara desde aquella fatídica tarde siempre la trataba con desprecio, Petra la adoraba. La quería con toda su felpa.Y de pronto, cuando el reloj marcó las tres de la madrugada, Petra tuvo una idea.Caminó hasta el escritorio de Lara y a duras penas abrió el cajón donde la niña guardaba un costurero llenos de cuentas brillantes, cintas de raso, bonitos retales de telas y suaves ovillos de lana de vivos colores.



‘Si quiere una muñeca bonita, tendrá una muñeca bonita’, se dijo. Sustrajo las cintas, las telas y aquellas cuentas tan lustrosas y las usó para hacerse… ¡vestidos! Vestidos de princesa, vestidos de fiesta, vestidos tan elaborados que sin duda envidiarían las amiguitas de Lara. Después de aquello, convencida de lo que más le horrorizaba a su querida Lara, Petra decidió cambiar su aspecto. Poco a poco se fue deshaciendo de los pobres mechones de pelo natural que le quedaban en la cabeza y con los ovillos de lana repobló su cabellera que quedó convertida en una melena abundante de vivo color. Con las cuentas más grandes del color del zafiro se fabricó los ojos más deslumbrantes habidos en una muñeca, que remató soberbiamente con unas vistosas pestañas pobladas cosidas sobre su piel de trapo a golpe de aguja, cosió dos perlas falsas a sus orejas y rubricó con hilo rojo sus labios. Cuando terminó, bajó del escritorio y fue a mirarse al espejo del armario. Estaba satisfecha, todo el sufrimiento que había pasado al atravesar la aguja su cuerpo de algodón y trapo había merecido la pena. Su aspecto era ahora absolutamente espectacular. Se había convertido en una muñeca preciosa.

Petra se acostó de nuevo en la cama e imaginó lo que sucedería a la mañana siguiente cuando Lara la viese. ¡Una muñeca espectacular!‘Sin duda gritará de emoción al ver lo bonita que soy ahora’, se dijo la muñeca. ‘Y ya no pensará en deshacerse de mi. Tal vez incluso vuelva a quererme. ¡Oh, eso sería fantástico!’

Pero lo que sucedió a la mañana siguiente fue algo para lo que ni siquiera Petra estaba preparada. Lara se despertó y, al abrir los ojos, no vio a su muñeca. Ni tampoco gritó de emoción. Porque Lara se había despertado calva, muda, sorda de los dos oídos y ciega de los dos ojos.
Así fue como la niña descubrió que su muñeca siempre había sido la más especial del mundo, pues era nada menos que una muñeca vudú. Y desde aquel día jamás se separó de ella. Es más, durante el resto de su vida trató a Petra con sumo cariño, mimándola como nadie había mimado nunca a una muñeca, porque sabía lo que podría pasarle si Petra sufría algún daño.

2 comentarios:

  1. Joder, todo el texto es de una belleza impresionante pero el final te deja hecho polvo. No tengo claro claro si he pillado la moraleja pero lo que sí tengo claro es que jamás me quejaré de nada que tenga en casa, aunque sea un rascador horrible que me trajeron de Cuenca lo apreciaré como si fuese una máscara faraónica...

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  2. Lo bueno que tenemos los lectores es que podemos interpretar los relatos a nuestro gusto y manera, y de igual manera sernos igual de valido =)

    Quizás sea algo trágica la historia pero así se logra que se aprecien los rascadores de cuenca o las muñecas anodinas jajaja

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