domingo, 13 de junio de 2010

Dormir con una Jirafa

Mucho se habla del sueño de las princesas. Que si es tan ligero que la simple presencia de un guisante entre capas y capas de colchones puede despertarla, que si hay princesas de digestión tan rápida que caen soporíficamente al mordisco de una manzana y las hay de un sueño tan pesado que hasta cien años después de dormida no logran desperezarse por fin.
Unas princesas duermen en caprichosas camitas con dosel, algunas en lúgubres cuevas por amenaza de algún dragón, otras en sarcófagos de cristal esperando ese beso de amor que las despierte...


Esta princesa duerme a veces en su camita de cuento y otras tantas en el lecho mullido de su jirafa. Pero reconozco que me he malacostumbrado a dormir en compañía de mi jirafita, en detrimento de los osos de peluche, y cada vez que he de regresar sola a la que durante tiempo ha sido mi real cama no logro conciliara el sueño.

Debéis saber que a esta princesa novata la tienen robado el sueño y nada tienen que ver ni los conjuros, ni los encantamientos de un hada envidiosa.

Me he acostumbrado a dormir con mi jirafa abrazada a mi espalda, a dormitar mientras escucho su respiración, a sentir su tierno calor cerca de mi que ahora sola me cuesta horrores dormir.
Y es que no hay nada mejor que acurrucarme con mi jirafita, notar su presencia, saber que el vela mi descanso y dormir tranquila a sabiendas de que cuando abra los ojos él será lo primero que vea.

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