sábado, 12 de junio de 2010

La pequeña reina del cielo

Hace tiempo por estas fechas, en una tarde rebelde de Junio como esta yo volaba esa cometa.

La cometa verde con forma de mariposa que surcaba el gris del cielo como el hilo de esperanza se deja ver sobre la desesperación.

Recuerdo que aquella cometa me unía al cielo, tan amplio, tan profundo, tan bello cómo en ocasiones tenebroso... Y recuerdo que volaba, sin dejar de tener los pies sobre la tierra. Aquella niña con el cabello revuelto y faldas al viento, volaba y surcaba el cielo con su cometa como velero.

Las alas de tela de la mariposa, se volvían mis propias alas y me alejaban de aquella tristura que casi siempre me acompañaba. Reinaba entonces una paz y una gloria que sólo yo entendía.

Sentía como el cordel tiraba de mí y me desataba el alma que por avatares de la vida siempre andaba encorsetada. Me hacía saltar, correr, reír y gritar, cosas que sin la cometa nadie solía verme hacer.

Los pulmones se me llenaban con el viento alegre que acariciaba mi cara. Viento que olía a todas aquellas cosas buenas que forjaron mi infancia.

Desde la loma de mi colina mi cometa abría el cielo para mí y me bajaba una escalera por la que trepaba y huía.

Durante mucho tiempo aquella cometa me hizo reina del cielo. Pero un día aguado de Febrero la cometa verde se rompió, la mariposa perdió sus alas y ese mismo día la niña que con ella volaba, creció y a aquel precioso refugio en el cielo ya nunca más subió.

Ahora que ya no hay cometa, a veces subo a la cima de esa colina y creo que el viento me hace oír el eco de la risa despreocupada que tuve de niña.

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