miércoles, 27 de mayo de 2009

Una jirafa de traje y corbata

Ayer mi jirafita y yo fuimos a comprar trajes, no es que a mi cuadrúpedo gigante favorito le entusiasme vestir de una manera tan correcta y formal pero por cuestiones de trabajo a de acudir a su puesto así de peripuesto.

La cuestión es que yo destaco como una princesa con un look único, característico y especial, y por todos es sabido que me apasiona comprar ropa. Así que mi jirafa se fió plenamente de mi criterio aun a riesgo de salir de la tienda con un traje nada convencional.

Así que bien entrada la tarde nos lanzamos a la búsqueda de un traje que se adecuara a una serie de requisitos básicos según el criterio de esta princesa y que fue aprobado por consenso jirafil. El traje debía ser de un tono de fácil combinación con ropa que ya tuviese (no había que gastarse un dineral en comprar unas camisas específicas para ello) lo evidente era encontrar uno de su talla que no le hiciese muy señor mayor (cosa que los fabricantes de trajes debían tener en cuenta a juzgar por su rancio gusto que les echa años encima a los clientes que utilizan este tipo de prendas). Con esta pequeña lista de cánones lista en mi cabecita nos pusimos a la caza y captura del traje ideal o a ser posible que se acercase a la idea.

La cuestión de las tallas de ropa, no es algo que solo afecte al universo femenino, ya que como pude comprobar cada marca tiene un tallaje absolutamente distinto y de una talla 4 pasábamos a una 42 dependiendo la marca. Cosa que nos crispó bastante a la jirafita y a mí, puesto que él no tenía muy claro que talla usaba y tuve que marearle probándole mil cosas.

Para mi desgracia tuve que dejar atrás un par de trajes que me entraron por los ojos, pero como comprobamos la jirafa y yo eran tallajes mínimos por lo cual concluí que aun seguían en la tienda porque sería un milagro que un chico o hombre pueda enfundarse uno de ellos.

Al final de la tienda (y afortunadamente para mí que iba y venía del probador a los percheros) encontramos unos trajes que más o menos se ajustaban a lo que buscábamos. El primero gris con rayas mínimas diplomáticas en gris perla y rojo agranatado fue descartado finalmente porque le quedaba algo largo de mangas y no era cuestión que el pobre tuviera que imitar a Enrique Iglesias y su horrible gusto por las mangas extra-largas salva-manos. El segundo fue el que finalmente adquirimos, era de un gris más claro con unas rayas diplomáticas similares pero en tonos de diferentes escalas de grises y de un rojo mucho más frío, y ya sea dicho bastante más discreto que el anterior y conjuntable. Mi pobre jirafa se sentía disfrazada pero al menos aquel traje no le hacía parecer un elefante en una cacharrería.

Tuvimos la suerte de encontrar en la misma tienda una corbata que le hacía juego con el traje ya que era del mismísimo color que las rayas rojas del mismo. Sí, reconozco que aquello fue como que te toque el reintegro sin haberte acordado de aquel décimo que compraste de la lotería, es posible que exagere pero al menos una servidora así lo vivió tras las dificultades que tuvimos para dar con el dichoso traje. Ya que estábamos, animé a la jirafa a hacerse con una corbata negra lisa, que es todo un básico del fondo de armario de un hombre, y que él por supuesto no tenía. (Algún día hablaremos del su armario que es una mezcla de varios estilos, reciclaje, baúl de los recuerdos y de todo un poco, que me dará mucho de sí)

Lo bueno es que acabamos por el traje que tanto necesitaba, el que tenía está realmente muy machado por los avatares y la larga vida que había tenido, a un precio razonable, al que le sumaremos el importe de dos corbatas, una camisa de vestir en un tono rosa pálido y una camiseta de rayas las que tanto le gustan a él.

Fue una tarde larga para mi jirafa y corta para mí. Larga porque tuvo que probarse muchas cosas y algunas de ellas varias veces y corta porque cada rato que paso con él se pasa en un suspirito de esos que suelto cuando esta princesa no le tiene cerca.

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