miércoles, 8 de julio de 2009

Operación Limpieza

No solo a las princesas, acostumbradas a que nos lo den todo hecho, nos disgustan las tareas del hogar. Esta es una de esas actividades que en general más cuestan al género humano.

Mi cuadrúpedo gigante favorito vive solo, y en consecuencia el peso de las tareas domesticas recae en él y como cualquier hijo de vecino, mi jirafita, hace lo que puede por llevarlas a cabo.

Yo que seré princesa, desde los deditos de mis pies hasta la punta de mis rubios ricitos, pero no se me caen los anillos de ninguno de mis níveos dedos por realizar según que tareas me propuse a ayudarle. En esta ocasión sin queja alguna por su parte, ya que la casa realmente necesitaba una puesta a punto y aquello requería de la mayor colaboración posible.

Otras veces, sin embargo, mi jirafa, me ha tenido que recordar mi real posición para tratar de impedir que una servidora armada con un cargamento de trapos y de instrumental de limpieza se hiciera cargo de la invasión de polvo que nos acechaban desde varios flancos. Aunque la mayor de las veces al regresar a casa se ha encontrado con la ropa recogida, el salón ordenado o la cocina impoluta, debido a que esta princesa novata ha vuelto a hacer de las suyas aprovechando su ausencia.

Pero esta vez mi jirafita se puso al mando de la Operación Limpieza y con la badana ajustada sobre su frente nos pusimos manos a la obra.

Lo cierto es que en aquella mañana hicimos más ejercicio del que estamos acostumbrados, correr muebles, acarrear objetos de aquí para allá, nos llevó buena parte del tiempo con tal de llegar hasta la última mota de mugre.

Y nos alcanzó la tarde mientras pasábamos el aspirador, sacudíamos mantas, alfombras y cojines. O conjugábamos acciones como quitar, limpiar, ordenar y colocar, repitiendo en numerosas ocasiones pero emulando el mismo orden.

Creo que ni él ni yo nos acordamos de las veces que pasamos el plumero, fregamos y/o restregamos el trapo, la bayeta o la fregona por las más diversas superficies. Hasta que agotados, sudorosos y exhaustos acabamos con el último resquicio de suciedad.
Nos costó lo nuestro pero a pesar de lo engorroso del trabajo siempre es satisfactorio ver como reluce el trabajo bien hecho, aunque este no dure demasiado, pues por todos es sabido en la casa que se vive el polvo no muere si no que revive. Y es cierto, que aunque sea una tarea de las más duras, a dos manos y en compañía es más rápido y efectivo, y hasta yo lo calificaría de entretenido.

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