miércoles, 9 de diciembre de 2009

El fabricante de muñecas (I)

Los fabricantes de muñecas son seres sin alma, comerciantes de falsas ilusiones y malabaristas del engaño. Seres que se alimentan de ilusiones del pobre incauto que en sus manos cae y juegan a ser dioses a golpe de bisturí, moldeando lo ya creado pero sin poder dotar de alma un cuerpo.

Los fabricantes de muñecas tienen el corazón gris por el metal conque se han fabricaron uno, queriendo parecer humanos, pero sin conseguir que este emita latido alguno. Ellos son incapaces de salirse de un patrón establecido e interpretan su papel a la perfección sin salirse jamás del guión.

Cuando una pobre desgraciada entra a su patíbulo, sus ojos despiezan la presa con ansia canina y encuentran defectos allí donde no los hay. Con paciencia desde su trono de falso dios estudia a su presa, alimentándose de sus miedos, absorbiendo cada gota de dignidad y manejando la conversación a modo de domador.

Los fabricantes de muñecas consiguen hacer de la inseguridad del prójimo una mina de oro, hacen de una pequeña imperfección el horror más absoluto y algo característico lo llaman monstruosidad. Aquellos crecidos bajo la inmoralidad, convencen a la presa de que los cambios son más que necesarios indispensables del todo, haciendo más caja cuanto mayor es el miedo del prójimo.

Los fabricantes de muñecas se ponen su uniforme de batalla color azul y dibujan sobre la piel de el paciente el mapa del horror y su campo de recreo. Aquello sobra, aquí se pone y aquí se quita. Quitar, quitan muchas cosas, la dignidad, la estimación real, la originalidad y la personalidad y las cambian por una falsa apariencia dotada de banalidad.

Todo lo que dejan en sus muñecas es artificial, los retoques, los cambios en cuerpo, alma y personalidad. Y ese vacío extraño de ser quien por naturaleza no se es.

Los fabricantes de muñecas saben la probabilidad juega a su favor y que tras un retoque vendrá otro. Porque lo que dan no es eterno y una vez se modifica algo hay que cambiar el resto, porque no está acorde con el resto, porque es ficticio e incurre en su falsedad. Es como un islote extraño y ajeno frente a la naturalidad.

Estos seres que se cobijan tras su mascarilla y su diplomada capacidad de cambiar, no tienen escrúpulos porque los vendieron a cambio de reconocimiento y oro. Cambiaran lo que les pidas, pero no serán capaces de darte lo que no tienes.

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