domingo, 20 de diciembre de 2009

Sorpresiña de Xirafa


Finalmente tras el esperado cumpleaños de esta princesa novata llegó el turno de mi jirafita...

Confieso que desconocía esta faceta de impaciencia que tiene mi cuadrúpedo gigante favorito a la hora de abrir sus regalitos pero no pudo esperar a que saliera el sol para descubrir que había más allá del papel de regalo que tan amorosamente guardaban los secretos fraguados días atrás.
Con la curiosidad propia de un niño, la misma que confieso que tuve 24 horas antes de aquel momento, fue abriendo los regalos que encontró frente al árbol. Mi jirafa decidió abrilos de menor a mayor y las manitas de esta princesa fueron pesándola cada uno de los presentes.

El primero dio paso a una camiseta con un mensaje elocuente que le hizo sonreír, el segundo le dejó en el regazo una prenda más seria y elegante, el tercero lo descubrió con tan sólo ver unos centímetros de él tras el papel, el libro que quería había llegado a parar sobre sus manos, el cuarto era algo extraño fruto de la cabeza pensante de mi real madre que mi jirafita tomó con humor y el último pero no menos importante le descolocó y emocionó a la par, un cuadro con su caricaturilla atravesó sus hermosas pupilas y le dejó en el rostro una expresión cariñosa de gratitud y sorpresa.

Era tarde y tras el buen momento vivido, cogimos el osito que anteriormente me había regalado y nos fuimos a dormir. Inconsciente, creyendo que no podrían ya esperarle más emociones, desconocía que a la mañana siguiente le esperaba mi pequeño golpe de gracia.

El sol se colaba por las rendijas de la persiana, para mi sorpresa él ya estaba despierto pero con pocas ganas de abandonar el lecho, le convencí de que se quedara en cama y salté fuera para completar mi plan...

Cuando le pedí que saliera de la habitación, en el salón medio a oscuras le esperaba sobre la mesa un trozo de tarta con una vela cantarina que ayudó a mi vocecilla para entonarle una versión propia del cumpleaños feliz.

Ese pequeño detalle sirvió de guinda para aquel momento pues tocó su ya debilitada fibra sensible y cuando fui a abrazarle por sus mejillas ya corrían lagrimas de alegría que sequé con mis besos saltarines que le recorrían la cara.

Este era un día especial, no sólo porque era su primer cumpleaños junto a mí si no porque en el fondo sabemos que es el inicio de otros tantos que vendrán.

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